«Parte de este mundo», todos somos personajes de Raymond Carver

Entramos y nos sentamos a una gran mesa con sencillo mantel a cuadros, comida y bebidas.

En algún momento alguno de los comensales o de los que nos estuvieron atendiendo se larga a hablar en voz alta, dialogando con algún otro que está también por ahí, mezclado con el público, que en realidad no es estrictamente “público”, porque allí somos todos iguales y no sabemos quiénes van a ser los que cuenten lo que les pasa o lo que les pasó, haciéndonos partícipes de sensaciones y situaciones íntimas, encuentros y desencuentros, disputas y reencuentros.

Es como cuando uno está en una reunión con familiares o amigos que por estar en el borde aprovechan la situación para desbordarse. Y uno los mira y escucha y siente ¡tantas cosas!… curiosidad, identificación, complicidad, fascinación, condolencia…

Si hubiera que elegir el sentimiento predominante diría que lo que produce básicamente la obra es lo que produce la lectura de Carver : fraternidad en la vulnerable condición humana.

Seres que se buscan y se eluden, se conocen y se desconocen, se dan y se quitan. Seres como uno, como los que uno ama o ha amado, como el que está a un lado u otro de la misma mesa, seres banales y únicos, conmovedores y detestables, trágicos y cómicos, frágiles e hirientes, solos. Solos.

Las diferentes historias se suspenden, se solapan y prosiguen fragmentariamente, a través de una lograda dinámica de relevos y retomadas. Al diálogo le sigue el relato y a éste el recitado y hasta el canto… otra vez el diálogo, el relato y así, con el ritmo justo – ni cansino ni frenético – que permite degustar simultáneamente las palabras, los gestos, los bocados y la bebida.

El compartir la mesa, el pan y el vino no es anecdótico ni puro dispositivo para disolver la frontera entre el espectador y el actor :  produce comunión, nos hace sentir que todos los que estamos allí somos de la misma índole, estamos hechos de las mismas sustancias de amor, enojo y cansancio, tenemos las mismas necesidades y esperanzas, sufrimos las mismas pérdidas, adolecemos de las mismas fallas y los mismos miedos.

Por eso nos levantamos de la mesa conmovidos. Y agradecidos : los que no leyeron a Carver por sentir ganas de hacerlo ; los que sí por haberse encontrado con una interpretación tan aguda, sensible y generosa. En los dos casos, un maravilloso descubrimiento.

«Parte de este mundo» en el teatro El Camarín de las musas
Mario Bravo 960 – Almagro

De Adrián Canale, inspirada en cuentos y poemas de Raymond Carver

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