Al pasar por la esquina de Scalabrini Ortiz y Paraguay, échenle un vistazo al café-bar que se encuentra frente al kiosco. Detrás de la vidriera con letras doradas, se pueden ver algunos clientes sentados, otros en plena charla animada, otros leyendo el diario, o tal vez un libro. Ni más ni menos que el clásico café de la esquina.
Pero una vez que ingresen, miren un poco más atentamente. Van a ver que Varela-Varelita tiene ese “no sé qué” que lo hace atemporal y querible. Todo lo que allí se encuentra es encantadoramente anticuado: las mesas con fórmica de color rosa, decoración con mezcla de pinturas, afiches de películas y viejas publicidades… Hasta los mozos llevan unas camisas prolijas típicas de los uniforme de antes, a rayas verdes y blancas. Tal vez hasta los vean jugando alguna partida de ajedrez con algún cliente entre un pedido y otro.
El Varela-Varelita atrae precisamente por eso: no es el más moderno, pero es una de esas joyitas a las que el tiempo no les pasa factura, al contrario, les concede ese encanto poético. Apenas entran, el efecto viaje en el tiempo se cumple, en un abrir y cerrar de ojos estarán en la Argentina de los años 50. Nombrado café notable, no tiene necesidad de aparentar nada. Su simpleza auténtica hace la diferencia en un barrio tan “chic”.
El ambiente está lleno de leyendas. Se dice que fue y sigue siendo el lugar de encuentro de artistas, músicos, políticos, intelectuales. Se dice también que El Che (antes de ser «el Che”) pasaba allí horas y horas. También se cuenta que el escritor argentino Héctor Libertella, fiel cliente, llegó a hacerle creer a los dueños que el whisky J&B se llamaba así por el escritor José Bianco… ¡Por eso, si piden un whisky en el Varela-Varelita, el mozo pedirá que el bar haga marchar un “Pepe Bianco”!
¿Listos para un viaje en el tiempo? El menú refleja el espíritu del lugar: clásico, simple y eficaz; sin grandes pretensiones y a precios accesibles. Pueden pedir los típicos: café, té, gaseosas, cerveza y otras bebidas alcohólicas. Y para comer: sándwiches simples (milanesa, jamón…) o meriendas dulces (alfajores, tartas). El toque característico: el café con leche es conocido por su espuma generosa decorada con un dibujo colorido.
Cuando terminen su café sigan explorando la zona, pero esta vez por el lado del Museo Evita. Y si quieren conocer otro café del estilo, les recomendamos el Caracol, con sus mozos prolijamente vestidos con moño, pero por el lado de San Telmo.
Varela-Varelita
Scalabrini Ortiz 2102 – Palermo
De lunes a domingo, de 8h a medianoche
Precios: $