Chacarita, Chacarita. Qué bien lo están haciendo. Yo, que soy del barrio, me sorprendo cualquier día con algo nuevo. Lejos están los días en que los vecinos tenían que moverse hasta Palermo para encontrar ese lugar del que todos hablan. Ahora sucede exactamente lo contrario.
¿Cómo empezar a hablar de Naranjo? Hay tantos puntos para argumentar que se dificulta arrancar por uno, no vayan a creer ustedes que el resto tiene menor importancia. Tiro un dado: hablemos de la comida. Tapas de apariencia simple y sensaciones complejas. Un menú completamente estacional y emocional que se presta para cerrar los ojos y pedir al azar, así.
Pancito para acompañar es casi obligatorio, por ahí con el hummus del día (calabaza, zanahoria…). Después si tienen algo con pescado, pidan eso. Les gusta jugar mucho con berenjena (por ejemplo, ahumada con maní), con remolacha (por ejemplo, en ensalada) y en general son bastante inquietos con los vegetales de estación. Porchetta y pastrón para los carnívoros. Y si tienen suerte y está el postre cremoso de banana y cacao ni lo piensen.
Muchos vinos traviesos, que se la jugaron, muchos pequeños productores y muchas bodegas desconocidas que comparten anaqueles con etiquetas clásicas. Se prefieren los vinos de poca intervención y se vale pedir recomendaciones. Insisto por las dudas: no son muchos los lugares donde realmente no me importa qué platos hay en la carta o qué etiquetas hay esta semana en el estante, porque hay muy poco chance de que salga decepcionada. Por cierto, detrás de Naranjo están algunas de las llamas que supieron encender Proper (cerrado) en su momento.
Dicho eso, también hay que aclarar que Naranjo no es un lugar especialmente barato. No cualquiera puede ser cliente regular del lugar (aunque igual ya tienen un montón de habitués) pero es por excelencia una gran opción para ocasiones especiales. Sin embargo, para la calidad y creatividad que son evidentes, los precios de los platitos me parecen muy razonables, especialmente si se comparan con otras propuestas en el barrio. Es quizás en los vinos donde protesta más el bolsillo, sobre todo porque van a querer probar otro y después otro; pero defiendo mi posición de que la experiencia lo vale.
El salón es rústico y ameno, pero en la vereda un árbol de Naranjo completa el poema. Punto para las mesas en la vereda (que por cierto, no toman reservas, así que podrán imaginar que viene bastante gente, siempre). Vayan con la mente y el bolsillo abiertos a disfrutar un día hermoso.
- Y si te interesa el vino, chequeate esta pequeña guía sobre el vino natural en Buenos Aires.
Naranjo
Ángel Justiniano Carranza 1059 – Chacarita (abrir en Google Maps)
De martes a sábados de 18h a 0h
Sin reserva (por orden de llegada)
Precios: $ $ $