Guía del pequeño rufián porteño

¿Se consideran piolas, rápidos y astutos? ¿Creen tener futuro en el mundo de la delincuencia? Echen una mirada a las prácticas locales y vuelvan a pensarlo…

Chorros, abanicadores, gallos ciegos, biromistas, mecheras, garfios, pungas, boqueteros, escruchantes, arrebatadores, mostaceros, lanzas, bagalleros, pesqueros… en el lunfardo no faltan sinónimos para designar a todo individuo que se dedica robar sea cual sea su técnica. Aquí les dejamos algunos ejemplos:

El punga: Lo ideal son las horas pico y el transporte público. Simplemente estiren la mano y busquen alguna cartera abierta, una billetera que sobresale de un bolsillo, un celular sin vigilancia. Lo importante es actuar rápido y desaparecer del escenario. Hasta le pueden pedir una moneda a alguien y salir corriendo con su billetera. ¡Las opciones son infinitas!

El tachero trucho: En este escenario hay dos personajes, el chofer del taxi y el pasajero, generalmente un turista. A la hora de pagar, el pasajero le entrega al tachero un billete que el chofer sabrá astutamente remplazar por uno falso como por arte de magia, este último hará notar este detalle y el pasajero tendrá que sacar otro billete nuevo. Se puede volver a repetir esta operación pero abusen porque el pasajero puede descubrir el truco y entonces se arma quilombo…

Los mostaceros: Para este truco necesitan un cómplice. Mientras su socio le tira mostaza a un transeúnte, ustedes se precipitan para ayudarlo a limpiarse y de paso aprovechen para limpiarle los bolsillos. Otra variante es tirar un fajo de billetes falsos al piso y esperar que alguien muerda el anzuelo, cuando estén cerca, se pueden llevar su cartera, celular o lo que dé.

El motochorro: Para esta práctica necesitan también un cómplice y una moto (no vamos a entrar en detalles en donde conseguir una moto…). El mecanismo es simple, uno maneja y el otro manotea carteras y bolsos al pasar. ¡Ojo con los semáforos rojos!

Pepita la pistolera: ¡Un clásico! No requieren una pistola, simplemente necesitan hacerle creer a su víctima que lo están apuntando con un arma. Más convincentes sean, más chances tienen de no terminar presos, pocos son los que se atreven a cuestionar a alguien que supuestamente tiene un arma en el bolsillo de la campera… Luego es simple, entran a un café de Palermo y se llevan todos los celulares, joyas y dinero de los clientes. También pueden esperar a la salida de los cajeros automáticos o en algún callejón oscuro.

El noble arte de la delincuencia ya no tiene casi secretos para ustedes, sólo hay que animarse a dar el primer paso. Para perfeccionar su técnica, les recomendamos que miren la película Nueve Reinas, de Fabián Bielinsky, un clásico del cine argentino. ¡Pero sepan que la competencia es ruda e incluso desleal!

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