El hilo de Ariana Harwicz

La escritora porteña Ariana Harwicz (1977) dejó el verano europeo y su casa de campo en lo más recóndito de Nièvre para darse un baño de invierno austral y otro de argentinidad. A lo largo de sus diecisiete años de vida francesa, la autora construyó un paisaje literario profundamente anclado en la vida del pueblo rural y desfavorecido de ese país.

Después de dudar unos segundos, nuestra charla arranca en francés. El español argentino siempre estará ahí, al acecho. Nos encontramos a mediados de julio. A través de pantallas, ya que cada uno volvió a su país de origen para las vacaciones.

La autora de Matate, amor (Seuil, 2020) nos invita a perdernos en su laberinto identitario. El de una escritora iconoclasta que no tiene miedo de escandalizar, combatiendo de la manera más punk los demonios de la maternidad (Ariana es madre de dos pibes de seis y trece años). Todo esto antes de convertirse en breve en una estrella de rock, gracias a la adaptación de Martin Scorsese de su libro Matate, amor, cuyo rodaje debía empezar a fines de 2024.

La Revue: ¿Qué te trajo a Francia?

Ariana Harwicz: Un poco mi ex marido. Un poco aquel francés que conocí un 14 de julio, en un bar de San Telmo. Fue hace 20 o 25 años, ya no me acuerdo. Y sobre todo, fueron las ganas de cambiar de idioma. De vivir con gente diferente. Había pasado casi 30 años en Argentina, donde la idea del multiculturalismo no está tan presente. Para mí, cambiar de idioma fue como un cambio de piel, de identidad, de sexo…

LR: ¿Cómo fue tu adaptación?

AH: La llegada fue difícil. La policía me detuvo durante 24 horas en Charles-de-Gaulle. Había otras chicas conmigo. Éramos jóvenes, lindas y bien vestidas. Tal vez nos confundieron con prostitutas de Europa del Este. Yo tenía veintipico, no hablaba ni francés ni inglés. ¡Digamos que empezaba mal!

LR: ¿Qué relación tiene con el idioma francés?

AH: ¡Fue el francés que me hizo escribir! Escribía antes de instalarme en Francia… Documentales, obras de teatro. Pero escribía falso. Mi estilo, mi ritmo, los encontré en esa tensión entre el español y el francés. Por eso tengo una mezcla de amor y odio por Francia. Todas mis novelas están traducidas a veinte idiomas y sin embargo, en Francia, solo tengo Matate, amor.

LR: Volvamos a tus inicios en Francia. Antes de instalarte en la Nièvre, viviste en París…

AH: Sí, fue en París donde pasé por la experiencia, común para un inmigrante, de pasar en un día de profesora universitaria y tener una vida intelectual a trabajar como niñera o profesora de español. ¡Lo tomé como un servicio militar! Que te corrijan cuando pedís un pain au chocolat. Es una humillación lingüística extraordinaria. Pero sin esa humillación, no habría escrito lo que escribo. La humillación me empujó a escribir. Como dice Agota Kristof en La analfabeta, pasé de ser una chica de letras a una analfabeta. Excepto que, en mi caso, no escapé de la Hungría comunista.

LR: ¿Te sentís en casa en Francia?

AH: El exilio es radical para mí. La gente quizás cree que vivo al lado de la Ópera. Para nada. Pasé de Buenos Aires a París, luego a una pequeña ciudad medieval, luego a un pueblo, a una hameau y ahora a un lieu-dit. En la Nièvre, no te cruzás con latinoamericanos. Igual no los busco. Si voy a hacer un trámite a la CAF (Caisse d’allocations familiales, NDLR), me escuchan hablar y todavía me preguntan si sé escribir. Siempre soy un poco esa menos que nada, esa analfabeta que llega. Mis libros transcurren todos en Francia, pero no salen en las librerías francesas. Es el único país donde no soy escritora. Ahora que Scorsese leyó Matate, amor, tal vez eso cambie…

LR: Hablemos de eso, ¿qué esperás de la adaptación de Scorsese de tu Trilogía de la pasión?

AH: Scorsese leyó los tres libros, pero eligió uno para hacer la adaptación. Filmar una película lleva muchísimo tiempo. Firmamos durante el Covid y creo que el rodaje va a empezar pronto, en Canadá (en agosto de 2024, NDLR). La directora Lynne Ramsay es extraordinaria. Los actores también. Son todos estrellas absolutas. Tal vez me los cruce en Cannes o en Berlín cuando se presente la película. Toda esta gente va a participar en la adaptación del libro de una escritora rústica, que vive en lo más profundo de la Nièvre. ¡Eso me encanta! Sentirse como una plouc (insiste en no traducir esta palabra, NDLR) que irrumpe en Hollywood, ¡Me parece el recorrido perfecto!

LR: ¿Reivindicás el estatus de plouc?

AH: Sí, siempre y cuando se tome con ironía. Como Louis-Ferdinand Céline, cuando se disfrazaba de vagabundo. Me gusta la postura literaria de los ploucs, la impostura de los gringos, de los brutos, de los marginados. No llegué a Hollywood haciendo concesiones, jugando a ser la buena feminista o la buena latinoamericana.

LR: Las editoriales de todo el mundo están traduciendo a numerosas autoras latinoamericanas, especialmente sobre temas relacionados con la maternidad o la violencia contra las mujeres… ¿Cuál es tu opinión, más allá del efecto «moda»?

AH: Cuando publiqué Matate, amor, en 2012, todavía era un tema tabú. Los griegos habían escrito sobre la maternidad, pero las librerías no rebosaban de libros sobre el tema. Mi obra está atravesada de manera obsesiva por la maternidad. Cuando di a luz a mi hijo, no sabía qué escribir. No sabía cómo escribir, había escrito una novela completamente falsa, la tiré a la basura. La maternidad es la matriz de mi obra, el péndulo entre la locura y la normalidad. Lo que me dio el sentido de la escritura, junto con el idioma francés.

LR: ¿Qué les responderías a los lectores que se sientan escandalizados por los comportamientos de las madres, protagonistas de tus libros?

AH: En mi último libro, Perder el juicio, una madre secuestra a sus hijos y huye hacia el norte de Francia. Todo el mundo me pregunta por qué la mujer secuestra a sus hijos. Mis dos hijos nacieron en Francia y no pienso abandonarlos… ¡Sí, lo escribo para no hacerlo! En otras palabras: me gustaría secuestrar a mis hijos y llevarlos fuera de Francia, pero es ilegal. Creo que los jueces e Interpol terminarían por meterme en la cárcel.

LR: ¿Se deja alguna vez de ser extranjero?

AH: Yo siempre he amado a los escritores extranjeros. Extranjero de uno mismo, de su propio país, extranjero de lengua. Siempre me ha gustado ese esfuerzo de escribir en otro idioma. Como Beckett, Kafka, Lispector…

LR: ¿Qué lugar ocupa Buenos Aires en sus libros?

AH: Todos mis libros transcurren en Francia. Hay una obsesión por Francia. Los paisajes son franceses. La mayoría de los personajes también. Pero el lenguaje está atravesado por la violencia de Argentina. La violencia y el humor son profundamente argentinos, porteños, judíos porteños.

LR: ¿Y París?

AH: ¡Nunca París! Viví allí siete años. La conozco muy bien. Pero mi visión, el punto de vista que adopté, es el de los campesinos, de la gente rural, de la gente que odia París. Prefiero odiar París que ser una burguesa parisina. Odio la falsedad parisina y los bobos. Prefiero estar del lado de los agricultores, no sé, prefiero.

LR: ¿Serías más Michel Houellebecq que Annie Ernaux?

AH: Me gusta Houellebecq al final, ¡es un visionario! Además, toma decisiones arriesgadas y no sigue a la masa. En cuanto a Annie Ernaux, me gustaron algunos de sus libros. Pero su posicionamiento intelectual, lo cuestiono, no me gusta. Me la crucé en varios festivales. No en la misma mesa redonda, porque no recibí el premio Nobel. Todavía no…

CUADRO de texto

Ariana Harwicz

1977: nacimiento en Buenos Aires.

2012: Su opera prima, Matate, amor es editada por Lengua de Trapo. Sus otras novelas en español: La débil mental (2014, Mardulce), Precoz (2015, Mardulce), Degenerado (2019, Anagrama), Perder el juicio (2024, Anagrama).

2018: La traducción inglesa de Matate, amor es nominada para el premio internacional Booker.

2020: Primera traducción al francés, en Seuil: Crève, mon amour.

2024: Obtención del «Diploma al mérito» del Konex.

2025: Autora del libreto de la ópera Dementia, que forma parte de la programación del Teatro Colón de Buenos Aires.

Fabien Palem
Cofundador y director editorial de La Revue. Editor de Buenos Aires Connect. Periodista independiente, corresponsal en Buenos Aires del diario Le Figaro. Amante de literatura argentina, de pinot noir patagónico y de los bares con sifón. fabien@buenosairesconnect.com
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