Rock nacional, la edad de oro (2/3)

En los años 80, con el regreso de la democracia luego del fin de la dictadura que tuvo lugar entre 1976 y 1983, el rock nacional continúa con un nuevo impulso.

Una de las bandas más emblemáticas de la época es Soda Stereo. Con temas como Persiana Americana o Nada Personal, supieron llenar estadios enteros en toda América Latina (en 1991, se juntaron más de 250.000 personas cuando tocaron en la Avenida 9 de Julio) hasta su separación en 1997. Su líder, Gustavo Cerati, que siguió una carrera como solista, se encontró en coma desde 2010 hasta su muerte en 2014 por un ACV que tuvo durante un recital en Caracas.

Así como existe una gran rivalidad entre los fans de los Rolling Stones y de los Beatles, los “Soderos” (fans de Soda Stereo) se oponen a los “Ricoteros” fans de la banda Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota (también conocidos como los “Redondos”). Con letras más comprometidas y menos comercial, Oktubre es uno de sus álbumes faros.

La aparición de Los Abuelos de la Nada (autores del tema Mil Horas) marca la emergencia de un sonido más pop (vean la primera parte de nuestra serie sobre el rock nacional), con una influencia de The Police o Madness y unos toques de ska, reggae y rock. En esta banda debutó como tecladista Andrés Calamaro.

Con un rock festivo que mezcla ska, jazz y ritmos latinos, Los Fabulosos Cadillacs y su líder Vicentico abren horizontes nuevos, una buen síntesis entre influencias europeas y sonoridades sudamericanas.

Más original y under, está Sumo. Fundado por Luca Prodan, un joven italiano de ascendencia escocesa, la banda patea tableros con temas como La Rubia Tarada o Mejor No Hablar de Ciertas Cosas. A la muerte de Luca (de cirrosis en 1987), el grupo se separa y nacen Divididos y Las Pelotas.

Pero esa es otra historia…

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