Julio Le Parc, una retrospectiva entre luces y sombras

MUESTRA TERMINADA

Entramos como si fuéramos al cine. Cruzamos las gruesas cortinas que impiden el paso de la luz y penetramos en la exposición, un lugar fuera del tiempo y del espacio.

Como si nos sumergiéramos en las tinieblas, las inmensas salas que albergan las esculturas de luz de Julio Le Parc hacen perder al visitante sus referencias sensoriales, aboliendo las distancias. ¿Ya no saben donde están? ¿Están dispuestos a observar los juegos de luces de Le Parc, a dejarse hipnotizar por esas formas aleatorias que se combinan sobre los muros, el suelo o el techo? ¿A abandonar toda referencia?

No podemos dejar de sorprendernos como pasamos tanto tiempo delante de esas luces. Los efectos de luces dan pie poco a poco a la voluntad de saber.

¿Cómo? ¿Por qué? Contrariamente a los trucos de magia que pierden su sentido una vez explicados, las obras luminosas de Julio Le Parc (acuáticas u orgánicas, recordando lo que se puede ver a través del microscopio o en las micropartículas que distinguimos en nuestro propio ojo cuando miramos al vacío durante un rato) interpelan por el contraste que proponen con las mecánicas brutas que las hacen nacer.

Espejos, cilindros, resortes, motores: he aquí la esencia de las obras de Le Parc. Y es justamente lo que separa el técnico de la luz del artista: cuando uno se borra detrás del resultado, el otro revela el procedimiento al público para mostrar que no hay nada de inexplicable en la creación.

Julio Le Parc muestra con sus obras de luz la realización del movimiento del arte cinético en el que fue uno de los grandes exponentes. Replantear las barreras entre el arte y el público, mover la obra para resucitar los formatos artísticos que parecían moribundos para la generación de artistas plásticos que emergieron en los años sesenta, modificar la percepción de la obra artística: esos son los lineamientos de este movimiento que encontramos en esta luminosa retrospectiva del artista.