Lógica ecológica: ¿Cómo reciclar en Buenos Aires?

Papeles en la vereda, bolsas atadas a los árboles o plástico flotando en el río… Todos sabemos que hay que hacer algo para reducir la basura y administrar mejor los residuos. Para evitar que la buena voluntad a veces se desvanezca frente a la complejidad de la tarea… Aquí les preparamos algunos consejos para que comiencen a actuar de acuerdo a sus ideales ecológicos en Buenos Aires.

Un poco de teoría: la basura en Buenos Aires

En la ciudad de Buenos Aires, se producen 6 000 toneladas de basura diariamente, es decir, un kilo por día y por persona. Según datos oficiales de 2012, la basura del porteño está compuesta en un 60% por residuos no reciclables (41% de desechos orgánicos, 5% de textiles, 4% de productos higiénicos descartables y 10% de “otros”) y 40% de productos que podrían ser reciclados: 17% de papel, 19% de plástico, 3% de vidrio y 1% de metal.

La mayor parte del 60% no reciclable termina bajo tierra. Pero no es una fatalidad: la CEAMSE, empresa encargada de los residuos urbanos, utiliza procedimientos para transformar una parte de éstos en nuevos recursos. Y a veces con técnicas y resultados sorprendentes: se fabrican ladrillos con restos de alimento, el jugo que se escurre de los residuos se procesa para que vuelva a ser agua, las emanaciones de gas se transforman en energía… En 2017, sólo 13% de los residuos no reciclables reciben este tratamiento, pero el objetivo es llegar a 100% para 2030, y no tener que enterrar nada.

El mejor residuo es el que no se produce

Lo primero que se debe incorporar es el reflejo de preferir la reutilización al reciclaje, más costoso en materia de energía. Por ejemplo, al llevar las botellas retornables donde las compraron… El  grupo Facebook Cero Basura – Argentina está repleto de ideas y tutoriales para reducir nuestra basura. Estamos de acuerdo, según los horarios y el estilo de vida, no podemos hacer todo lo que quisiéramos, cada uno elegirá libremente cuál será el “pequeño granito de arena” que se pueda adaptar a nuestro día a día. Por ejemplo: usar bolsas de tela en lugar de las de plástico, fabricar esponjas y nuestro propio shampoo, preferir las botellas de vidrio a las de plástico…

Al momento de tener que tirar un objeto, preguntarnos: ¿puede servir para alguna otra cosa? El Club de Reparadores por ejemplo, es un taller itinerante para aprender a reparar cosas. También pueden considerar donarlas o venderlas como las ferias americanas que reciben ropa o algunas librerías como la Librería de Avila que compran libros. Siempre está la opción de la venta directa. Y si no, aprovechen el fin de semana soleado para instalar un puesto en el Parque Los Andes… Y deshacerse de alguna que otra prenda de ropa que ya no usan o aquellas tazas divertidas que nunca usaron, entre otras cosas.

Reciclar bien: el Punto Verde es su mejor aliado

Si el objeto no puede tener otra vida útil, entonces es momento de pasar a la etapa del reciclado. La primera regla del buen reciclador es acercarse al Punto Verde de su barrio, el puesto prefabricado que va a recibir todos sus residuos reciclables, mezclados o ya separados. Allí mismo podrán preguntar todo lo que quieran saber sobre reciclaje.

Los Puntos Verde tienen sus condiciones y particularidades. Pero de forma general, reciben los cartones y papeles, plásticos duros (tipo botellas), plásticos blandos (tipo paquetes de pastas), polietileno, vidrio, bombitas, metal, tetra packs, aceite vegetal (que debe estar frío y filtrado). Las baterías y pilas a veces pueden dejarlas allí, así como también algún pequeño electrodoméstico: secador de pelo, teléfonos viejos… Para las pilas y baterías, otra de las soluciones es acercarse a los locales de Movistar o Claro donde en algunos locales las reciben. Y para los electrodomésticos chicos, otra solución es contactarse con el hermano mayor del Punto Verde, el Punto Móvil, que va a domicilio a buscar los objetos que ya no utilizan.

Regla de oro que hay que respetar: todos los objetos que dejen en el Punto Verde deben estar limpios y secos. El motivo: si quedan restos de comida u otro producto, éstos pueden interferir en el proceso de reciclaje. Por el mismo motivo, la limpieza de sus residuos deberá realizarse con agua y sin detergente. Las botellas deberán estar cerradas con tapa. Pregunta que seguro se hicieron en algún momento: ¿qué hacemos con el cartón de la caja de pizza todo engrasado? Respuesta final: separamos la parte de cartón que está limpia de la engrasada, y ya tenemos la parte en condiciones para poder reciclar.

La separación mal hecha a veces es peor que no hacerla. Un objeto sucio puede contaminar un contenedor entero… En caso de dudas con algún residuo, les aconsejamos tirarlo en la basura clásica.

La reutilización, el paraíso de los creativos

¿No lo sabían? Las tapitas de botella pueden transformarse en pantallas de luminarias, el papel y el cartón en libros con la ayuda de Eloísa Cartonera… Existen infinidad de talleres y sitios de internet para aprender a hacer guirnaldas con cajas de huevos, macetas con papel de diario, o farolitos con latas de conserva. Para eso no hay realmente lugares para recomendarles: sólo dejen que el buscador de internet los sorprenda.

Consumo ecológico

Después del esfuerzo, merecido es el descanso… La buena noticia es que nos podemos dar un rico gustito y de paso apoyar a los que se esfuerzan por cambiar el mundo (nada más y nada menos): una rica comida en algunos de estos restaurantes que promueven un consumo más responsable y ecológico; también podemos ir de compras a QUO, un centro comercial que se esfuerza por promover acciones para el desarrollo sustentable, e incluso podemos ser voluntarios en Wwoofing, para dar una mano a los establecimientos orgánicos…

Estamos de acuerdo que hay un poco de marketing en todo esto, y tal vez no cambiemos el mundo con llevar la caja de pizza al Punto Verde, pero como bien dice Lao Tse: “todo viaje, por largo que sea, empieza por un solo paso”.

Versión de Agustina Pasqualini
Traductora pública de francés, apasionada por el idioma y la comida de todo el mundo. En parte bretona y porteña a la hora de salir elijo descubrir los lugares con ese "no sé qué" indescriptible.
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